sábado, 5 de diciembre de 2009

My blueberry nights. Wong Kar-Wai. 2007.


Todo lo acaecido en su famosa trilogía (Días salvajes, Deseando amar, 2046 ) está nuevamente aquí si descontamos los nuevos rostros occidentales. La obra es como si se tratase del arte por el arte parnasiano, el cineasta nos habla con la cámara, con los encuadres, con el color, con la música… y lo hace de forma tan magistral que la historia pasa desapercibida, no se necesitan grandes giros, ni grandes interpretaciones (la peor Portman), ni grandes elocuencias, la obra en conjunto pretende ser arte y se agradece, sin embargo necesita el cineasta innovar en su estilo pues la repetición en este medio suele ser odiosa. La forma prevalece sobre la historia pero hay que advertir la belleza de esa tal manera de hacer cine y una peculiar visión a esos sentimientos que todo ser humano posee y en particular al sentimiento por excelencia, que grande el uso de la metáfora de la llaves y las puertas. Me gusta su manera de mirar al ser humano resumida en una de las frases finales de Elizabeth (Norah Jones) al identificar a los otros seres humanos como el espejo que necesitamos para la propia autocomprensión, y esa es una gran afirmación metafísica.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Bab’Aziz el sabio sufí (Bab’Aziz). Nacer Khemir. 2005.


Existen películas que te enamoran desde el principio por la fascinación de uno de sus elementos, esto mismo me ocurrió tras ver los ojos de Ishtar (Maryam Hamid) cuyo ansia de contemplar me trasladó por esa sabiduría oculta y misteriosa que exhala lo oriental. La película es un dulce canto a esa tradición del sufismo, a una visión mística de la palabra de Alá, de Dios, de lo Absoluto, expresada de formas tan diversas…
La niña con la marca del ángel es una bella alegoría de las múltiples que rellenan el conjunto (la gacela, la música, el ciclo vital…) y sus ojos, son el contrapunto perfecto a la ceguera del sabio en cuanto a la realidad tangente, por ello fascina tanto ese inocente mirar, ese apego por aprender, o quizá sea aprehender…
Las historias paralelas también son dignas analogías de temática sufí, la historia del príncipe cuyo final entroncará con ese único destino que a todos nos espera, evocando la muerte del derviche y la consagración de una nueva espiritualidad en el caso del desposeído. Y las historias de amor, que decir de una pasión cuyo sentido es magistralmente ejemplificado mediante tres mariposas y la “cruel” vela, que belleza y poesía derrochan gran parte del film en lugares inhóspitos y de difícil referencia como pueden parecer los desiertos en principio.
Merece la pena ver buen cine y explorar nuevos territorios de lo humano a través del desierto, de la soledad que produce la conjunción con una verdad inamovible a la que asirse y desde la cual fundamentar una realidad, y más si lo hace desde esa fascinación y maravilla que desprende lo oriental y su expresión poética y estética como visión de la inefabilidad última.

martes, 1 de diciembre de 2009

Primavera, verano, otoño… y primavera. (Bom, yeoreum, gaeul, gyeowool, geurigo, bom) Kim Ki.duk. 2003.


Esto es lo que más o menos buscaba en mi viaje fílmico oriental. Tenía que ser un gran cineasta como Kim Ki-duk quien me mostrara de manera tan precisa como este medio permite las “razones” de una sabiduría como la que expresa el budismo Mahâyâna en su literatura de la Prajñâpâramita (Perfección de la Sabiduría) y en su forma de entender la realidad y su orientación místico-religiosa de acercamiento a ésta.
La obra está llena de ejemplos paradigmáticos de esa sabiduría oriental como son el principio de no violencia, sus diversas teorías de la reencarnación y de la realidad (por ejemplo, esa vacuidad reflexionada en la citada literatura, que con mentalidad socrática sirvió a Nâgârjuna y al desarrollo de la escuela Mâdhyamaka). El mismo título sugiere la imagen de la visión temporal, como un ciclo inevitable al que todo está sometido y la fotografía muestra de manera excepcional toda la exuberancia de contenido que nos muestra el ambiente natural, así como su magnífica relación con el hombre, esas magníficas puertas que no delimitan ningún espacio. Las palabras o los nombres no importan, transcienden al ciclo vital que expresa la película desde el título.