lunes, 11 de octubre de 2010

Pink Floyd The Wall. Alan Parker. 1982.


Mediante esta ópera-rock que sigue los pasos del majestuoso album de 1979 se nos muestra la historia de la irracionalidad que nos impulsa a construir muros a nuestro alrededor, muros tan altos que impiden cualquier otra visión, que incluso legitimados por cualquier instancia percuten en nuestro modo de interactuar con el resto de semejantes. Sí, nos hemos vuelto comodamente insensibles gracias a los ladrillos que vamos incorporando a nuestro modo de ser. Derribar éstos no es un castigo, es una obligación, pues la apertura a lo verdaderamente otro es tan necesario en nuestra perspectiva como los ladrillos que la configuran.

Sólo por la música y la animación merece ser puestas entre las pequeñas obras de arte, porque la historia, trasunto personal de Roger Waters, desmerece un poco con su abarrotado topicismo, aunque el gran montaje y la archiconocida y genial música crean esa imprescindibilidad que merecen obras como la presente, a pesar de su pobre cinematográfico inicio en forma de rock, que no audiovisual, puesto que la banda enfatizaba sobre lo visual en sus conciertos.

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