lunes, 1 de diciembre de 2014

Hacia Broadway (Harold apasionado, Amor y poesía) (Bumping Into Broadway). Hal Roach. 1919.



El chico de las gafas ya había aparecido con fortuna en otros films y daría para muchos más para rivalizar con el par de artistas con los que formaría el llamado triunvirato cómico del cine mudo. En este film como en los siguientes va a ir forjando esa imagen tan distinta a los personajes de Chaplin o Keaton, un personaje muy cercano a el público que quiere ir ganando el cinematógrafo por esos años de salida definitiva de la barraca. Así nuestro hombre de gafas se enfrenta a una situación elementalmente burguesa, a ese liberalismo que define al hombre desde la superación y los sueños, desde una acrítica posición que sólo mira el futuro intentando no padecer el presente. Nuestro muchacho perseguido por la casera y sus recibos se enreda en una situación amorosa desde el cinismo, saliendo airoso de las distintas persecuciones y situaciones que le impone el camino al que desea llegar. El dinero es la búsqueda sempiterna de un ser que no va a Broadway por el arte que pueda destilar por esos lares, sino por todo aquello que significa el verde papel en el mundo, es decir, supuesta felicidad. Para ello no duda muy al contrario que sus rivales incluso de abofetear a otros personajes, pedir cuentas y mentir para conseguir la satisfacción del deseo primario. La historia, tan manida posteriormente nos hace ver la escasa creación existente en la ficción en general, lo de siempre pero al principio, como para entender un poco con aquello que llamamos historia del cine.

De la película en sí mucho que destacar pues Lloyd en esa época ya comienza a ser un maestro en eso de hacer piruetas tanto fílmicas como físicas, recurriendo a un montaje ágil y a una puesta en escena con un movimiento acelerado tanto de personajes como de acciones. Todavía no posee la dirección técnica total de sus proyectos ni la audacia para colocar la cámara en esos lugares tan insospechados como espectaculares de sus obras maestras posteriores, pero ya se atisba un gusto por el uso de planos variados, de encuadres diferentes y ese veloz ritmo que acompañan a sus películas.

Decepcionado al esperar otra cosa del film, al tener puesta la expectativa en otro lugar, en otro género donde esperaba ver algo más humano y poético, pero es lo que tiene ver películas sin referencias, sólo por un título que te llama la atención (y por el autor, como no) y que tenías pendiente hace tiempo. Y al mismo entusiasmado al ver otras producciones "menores" de un maestro de esto de las imágenes, aunque fuera por su causa, pues siempre se aprende y puedes observar la evolución de un hombre como Lloyd, uno de los pioneros que dejaron una huella quizá demasiado alargada, demasiado acompasada a otros derroteros más allá de la imagen pero que la acompañan en esta sociedad espectacularizada.

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