Demasiado artificiosa la trama de la chocolatera que no ama pero dice "te amo", sobre todo la concatenación que lleva a la joven protagonista a conocer al afamado pintor que rocambolesacamente puede ser su padre. Chabrol nuevamente nos ofrece un retrato costumbrista y mordaz de la clase social adinerada, esa misma clase que suele ser la que dirige a los pobres sin espíritu, pero también esa clase que no se puede desposeer de los mismos rasgos humanos de la precente. No obstante, la forzada intriga no me puede dejar indifirente por muy maravillosa que sea por ejemplo la banda sonora con esas marchas fúnebres para piano, o esa audaz crítica de pincel real, o algunas buenas interpretaciones. Quizá pueda ser que la mirada del cineasta está a años luz de mi primaria realidad y no consigo ver algún que otro matiz pero la línea que separa algo bueno de algo regular o mediocre es poca cosa.
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