sábado, 12 de octubre de 2013

Breaking Bad. Vince Gilligan. AMC. 5 temporadas.




Hace ya un par de semanas acababa la serie de moda, siempre hay algo tan especial que si no lo ves parece que no estés a la última, en el hilo de lo serio y de la vida actual. Sin embargo, en este país casi nadie debería poder hablar de ese último episodio pues no fue un evento global como en otras ocasiones y con otras series se ha hecho, y sin embargo se hace, se habla y habla de lo espectacular o decepcionante del fin de las aventuras de ese profesor de química convertido en villano y héroe, en criminal y moral y no sé cuantas polarizadas concepciones puedan darse. Como supongo que eres una de esas personas tan "piratas" como yo, y has acabado por ver el final de la serie antes de que la pasen por la televisión española (¿la ponen en algún sitio en el que no haya que pagar?), confío en que no te asustarás si ves desvelada la trama final así como algunos datos relevantes del mismo, pues en principio y como de costumbre no sé qué voy a escribir ni hacia donde van a ir dirigidas mis palabras.
En primer lugar comentar que a mi el final me parecía previsible, muy previsible, y que los dos últimos episodios le dan mil vueltas al último, pero sobre gustos colores. Y ello, porque seamos sinceros, han ido creando un monstruo, Walter White ha pasado de ser el pobre padre de familia que tiene que aunar sus pequeños esfuerzos cotidianos para sobrevivir en un mundo donde el dinero lo es todo, hasta la cura de una enfermedad (la ciencia no cura, lo hace la pasta), ha ser un personaje tan duro y despiadado que ha ordenado matar a su antiguo socio, ese Pinkman, ese chaval tan mediocre e inocente como para embaucarse en esa espiral de odio y violencia que genera el ansia de billetes verdes. Incluso el as de su enfermedad hacía mucho más previsible el final, la muerte de un profesor que ha dejado de morir en vida para sentirse vivo, para sentir lo que reclama la cultura occidental de nuestros días, siéntete vivo, viaja, muévete, sonríe, folla, grita, diviértete, y no mires cómo o porqué, "just do it". Y sí, efectivamente, como si de un anuncio más se tratase y a pesar de todo el dramatismo de la escena, Walter va a confesar que el egoísmo es quien ha guiado sus pasos, y a pesar de morir matando y cerrar un buen número de deudas, su muerte no dice nada, es tan poéticamente vacía y fría como ese último metal cuya mano palpa y ensangrenta.
Luego está la trama, una trama que si bien no ha escapado de las mentes de los guionistas y no se ha deslizado por ese mundo fantástico de hazañas imposibles al que nos acostumbra el mundo made in americanada, el final si deja un poco que desear. Mira que ha habido muertes en la serie, la del rey del pollo fue memorable, la de el viejo Mike también muy buena y sutil, pero el derroche armamentístico y de muerte de la última temporada me parece excesivo. El tiroteo en el lugar de la primera cocción con Walter esposado y con un muerto tras ¿200, 300 disparos?, me parece irrisorio, sobre todo contrapuesto a la genialidad inventiva del profesor, que al final también va a optar por un plan sutil y lleno de balas, posibilitado por la ignorancia de las mentes de unos nazis, que días atrás son tan estúpidos como para dejarle, vivo, y con más de diez millones de dólares, o indignarse por ser tachados de embusteros. Aquí no han jugado muy limpio, a mi me han tratado tan estúpidamente como la conversación final que desvela el asunto de la "Stevia", joder, con lo bien que habían quedado esos planos de ella echando los amargos polvos de ricino a su perenne bebida. ¿Qué se tenía que enterar Jesse? No creo que le hiciese mucha falta a alguien que acaba de empezar una nueva vida, si es que puede lograrlo tras todo lo que deja atrás y la culpabilidad que le debe corroer. ¿Un spin-off sobrevuela la mente de alguien? Al menos en la mía, jeje.
En fin, la serie ha mantenido el listón muy alto, con muy pocos personajes ha logrado crear esa especie de adicción que todo producto televisivo trata de mantener para sobrevivir en el poblado mundo de la imagen contemporánea. Y si de vez en cuando no ha podido quedarse dentro de los límites de la coherencia o de la realidad, abusando de algún giro, llamémosle increíble, también es verdad que los personajes no abandonan su parcela real, su contacto con el mundo que todos conocemos, ese mundo de policías que se creen salvadores de la justicia universal, el mundo de madres preocupadas por sus hijos, el mundo de la necesidad de dinero para todo menester pero que olvida que el amor, a la familia y a uno mismo, es más importante que la creación de una firma, de una empresa, de una falsa innovación que no hace sino repetir el engaño y aquella infidelidad que de joven tuvo que sufrir nuestro químico. El eterno retorno de lo mismo nietzscheano va a dibujar el halo de toda la serie, un retorno a los mismos problemas que van a enfrentar a todos los personajes con ellos mismos y de los que sólo uno sale con la mayor entereza, aquel a quien la sociedad considera inferior por su discapacidad va a ser el único capaz de mantener su entereza moral y no claudicar ante aquello que considera y sabe que está mal. Los ejemplos a seguir pueden ser muy peligrosos, pero hoy nadie mira a su alrededor, estamos demasiado ocupados en encontrar la fórmula de vivir en la comodidad.



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