La búsqueda de la creatividad, de la expresión personal artística sucede a menudo de formas tan intangibles como escasamente comunicables. El documental es un terreno afín a esta especie de comunicación del genio, de la recreación original de un hecho artístico, de una expresión emocional alejada de la mera comunicación verbal que acompaña a la imagen. No es algo nuevo, por supuesto, como tampoco son muy originales los personajes que aparecen ante la duda reflexiva que acontece ante cualquier creación, pero la forma de narrar las peripecias que ligan la vida y la creación de una forma natural, sin muchas estridencias poéticas ni la trascendencia informativa que suele padecer el género, hacen de la apuesta algo bastante valioso y digno.
Sinceramente a mi ya me parecía haber visto la película anteriormente, el documental sobre Bansky se me venía a cada momento mezclado con algo del bueno de Wenders y del patrio Lacuesta. Sin embargo, y con esa intuición muy temprana, el documental coge un gran camino al poner en juicio la síntesis creativa que recae en la propia obra, en esa obra que al final no vas a llegar a ver, que va a constituir la vida del artista u por unos segundos la tuya, justo hasta el momento en que la propia vida del artista importa mucho más que el entramado barcelonés sobre el mundo erasmus de sobra conocido. A mi parecer se hace demasiado larga, con un inicio aceptable y un gran giro, no acaba de mantener la fuerza y la atención necesarias, deviniendo en una personificación demasiado sentimental del autor/actor. Pero no voy a ser yo quien acote la verdadera duración del film, largo o corto me ha parecido una gran apuesta de cine, de esa concepción ciematográfica donde la historia sostiene creatividad e ideas sin la necesidad de la rentabilización destructora que impone la propia lógica del metafilm.
Los créditos y los gatitos, yo quiero ver ahí a Marker.
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